lunes, 18 de agosto de 2014

A propósito del debate lingüístico

 OPINIÓN.
Por mi tierra gallega se acostumbra a decir que “cada un fala da feira según lle vai nela” (cada uno habla de la feria según le va en ella). Y este agropecuario proverbio se puede aplicar perfectamente a la delicada cuestión de esas ‘otras lenguas’ que se hablan en España y luchan por una difícil supervivencia en tiempos de globalización y de absoluta supremacía de las lenguas hegemónicas que ahora mismo dominan el cotarro en el mundo, entre las que se encuentra el castellano o español, un idioma en constante crecimiento y que no requiere que nadie lo defienda. Pero las que sí necesitan atención y protección especial, son las llamadas lenguas minoritarias, un valioso patrimonio que está en peligro de extinción.
Cabe recordar que, según la UNESCO, unas 2.000 lenguas están condenadas a desaparecer en este siglo XXI de la faz de la tierra. Delante de tan negros augurios, se hace necesario reiterar que la lengua materna constituye la esencia más pura y sensible que te identifica con la patria chica. Y hago esta íntima reflexión desde la aparente contradicción que supone haber aprendido mis primeras letras en Segovia, realidad que no me impediría enamorarme de las dos lenguas vernáculas propias de Galicia y Cataluña (del vasco apenas domino unas cuantas palabrejas). Sin embargo, las circunstancias políticas del pasado, casi me convirtieron en analfabeto de ambos idiomas, sobre todo, en lo que concierne a la facultad de escribir de forma fluida, tanto en gallego, como en catalán.     
Los políticos, que acostumbran a pervertir todo lo que tocan, son los culpables, en primera instancia, de que todavía perviva en España el llamado conflicto lingüístico. El día de su coronación, Felipe VI apeló ‘al respeto a las lenguas y culturas del país’, consciente de que ésta es una peliaguda cuestión pendiente. Y no hace mucho, la Real Academia Galega (RAG), alertaba del ‘deterioro del idioma gallego’; mientras que, aquí, en Cataluña, el ministro Wert sigue empecinado en su cruzada de ‘españolizar’ a los niños catalanes. Hablar en catalán, gallego o vasco, no es de palurdos, lo son los que, como Rajoy y compañía, solo se expresan en español creyendo que así son más cultos y refinados. El secular desprecio y estancamiento que han sufrido ‘las otras lenguas’, es consecuencia directa de una ancestral ignorancia. Manuel Dobaño (Periodista).Puede leer también este artículo en El Prat al día.

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