lunes, 11 de agosto de 2014

Por los caminos de ripio de la cordillera andina

OPINIÓN.
M. Dobaño posando con el equipo de la TV argentina, tras ser entrevistado.
Barcelona-Roma-Buenos Aires-Salta, este fue el estresante itinerario aéreo que emprendimos el pasado 18 de julio y que, ya en tierra firme, transcurrió principalmente por los caminos de ripio (tierra empedrada) de la R.N. 40, dentro de la provincia argentina de Salta ‘la Linda’, situada al norte del país, no muy lejos de la frontera con Bolivia. Esta mítica ruta nacional, de más de 5.100 kilómetros de longitud, parte de la Patagonia y discurre paralela a la cordillera de los Andes por los antiguos caminos incas. Primera jornada maratoniana, rumbo a Purmamarca, pasando por San Antonio de los Cobres, donde degustamos carne de llama y admiramos un paisaje memorable, incluidas las famosas salinas de la zona, un inmenso lago de sal. Grandes rebaños de guanacos y llamas daban vida al inmenso paisaje. También atisbamos cabras, vacas y toros; así como burros, caballos, zorros y el gran cóndor sobrevolando el azulísimo cielo andino. Cactus por todas partes y polvo, mucho polvo. De tanto en tanto, aparecían pequeñas iglesias y cementerios en medio de una inhóspita y, al mismo tiempo, hermosa tierra, poblada mayoritariamente por quechuas. Los pequeños y humildísimos asentamientos humanos, también poblados por manadas de dóciles perros, están construidos a base de ladrillos de adobe.   
Hospedaje en la cabaña ‘La Comarca’ y paseo por la típica Purmamarca, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El Canal 7 de Jujuy me entrevistaba en la plaza del pueblo, (nuestra ‘exótica’ manera de hablar, alertó a los de la tele de que éramos turistas y quisieron saber de dónde veníamos y tal). Las nubes brillaban por su ausencia y el sol invernal calentaba fuera de las sombras. Alrededor, impresionantes montañas de increíbles tonalidades. 21 de julio, día de sorpresas, un nativo me entregaba una propaganda ecologista escrita ¡en catalán! Luego, cena en ‘La Diablada’, con actuación de un grupo folklórico para alegría de Martina (‘Frutilla’), mi guapísima nieta porteña, que pronto cumplirá los tres añitos y que no paró de jalear a los artistas. Al día siguiente, recalamos en la colorista Quebrada de Humahuaca, hermoso y silencioso enclave, también reconocido por la UNESCO como Paisaje Cultural de la Humanidad.
Posterior visita a la cromática serranía de Hornocal (4.300 metros de altura). Comida (churrasco) en ‘Pinocho’. Hospedaje en ‘Inti Sayana’. El encargado del modesto hotel, amablemente me ofrecía un té de coca para reanimar el cuerpo y el espíritu, desestabilizados por el mal de altura y un contumaz catarro. Espectacular subida al monumento dedicado a los héroes de la independencia (a casi 3.000 metros de altitud). Venta de artesanía por todas partes y abundancia de modestas ‘canchas’ de fútbol en toda la ruta. Sorprendentes señales de animales sueltos en los escasos tramos de autopista por los que pasábamos. También nos llamaba la atención los vehículos que circulan de día con las luces encendidas y los carros de tracción animal que iban por la autopista. Altares del ‘Gauchito Gil’ por doquier, una reverenciada figura popular oriunda de la provincia de Corrientes, que recuerda la azarosa vida del gaucho, Antonio Mamerto Gil Núñez. Sarcásticos y propagandísticos letreros del Gobierno, tipo ‘aquí también la nación crece’, en medio de una insultante miseria. 
De Humahuaca nos trasladamos a Calilegua (provincia de Jujuy), atravesando el Trópico de Capricornio. Parada técnica para comer en un shopping de la ciudad de San Salvador de Jujuy y breve visita a la catedral. En Calilegua, la de la eterna primavera, recalamos en la hostería Benítez, establecimiento regentado por el amable ingeniero Saùl Ángel Benítez. Breve paseo por el Parque Nacional. Un guardia de ascendencia guaraní nos recomendaba los recorridos más asequibles. Posterior comida típica a base de maíz (humitas y tamales) en ‘Tía Carola’ en San Francisco (departamento de Valle Grande/Jujuy). Bosques frondosos y cumbres espectaculares y un águila sobrevolando majestuoso las altas cumbres. A la salida de Calilegua, extensas plantaciones de caña de azúcar. Antes de alcanzar Cayafate, nueva parada en el asfaltado camino, para admirar la impresionante Garganta del Diablo. Más ruta infernal por los caminos de ripio. Bien entrada la noche, llegada a la fría y recóndita Angastaco, donde descubría a Gloria, de ascendencia Siria y casada con un lugareño de ascendencia catalana, de apellido Miralpeix. Arribada a Cachi, a 2.300 metros de altitud. ‘Aquí, la magia de las noches emerge cuando el silencio se escucha’, leía en alguna parte. Obligada visita de todo el grupo familia al hospital, donde nos atendió un sabio médico quechua. En Cachi degustaba un excelente asado de cabrito y compartía conversación con el propietario del restaurante, Martín Oliver, también de origen catalán.
Por último, emprendimos el camino de retorno a Salta, a través de los hermosísimos Valles Calchaquíes. Y así concluía nuestro excitante periplo andino de apenas quince días. En esta ciudad, subimos al teleférico, visitamos la catedral y el Museo Histórico del Norte y también comimos cabrito a la parrilla con abundante regusto a romero. En Salta firmaba a favor de una campaña ecologista en contra de la tala de árboles, observaba que había demasiados policías en las calles y tenía la ocasión de comprobar que intentar atravesar un paso ‘cebra’ era una operación de alto riesgo. En la televisión argentina se hablaba de la situación de ‘depredada’ y ‘default’ por la que atravesaba el país y, sobre todo, de fútbol y de su actual ‘dios’, Leo Messi. Circulando por los caminos de ripio, tuvimos la ocasión de descubrir la Argentina más profunda, un país todavía en vías de construcción. Una vez más, pude comprobar que viajar, cuanto más lejos mejor, te permite ampliar los horizontes, descubrir paisajes nuevos, mundos diferentes y admirar millones de estrellas, esos astros que suele ocultar nuestra contaminada atmósfera urbana. En la plaza mayor de Salta me encontré con un ciudadano de A Coruña, con el que compartí brevísima conversación en gallego. Entre tanto quechua, era el único paisano que me encontré más allá de los caminos de ripio andinos. Manuel Dobaño (Periodista) , Puede leer también este artículo en El Prat al día.

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