OPINIÓN.
M. Dobaño posando con el equipo de la TV argentina, tras ser entrevistado. |
Barcelona-Roma-Buenos Aires-Salta, este fue el estresante itinerario
aéreo que emprendimos el pasado 18 de julio y que, ya en tierra firme, transcurrió
principalmente por los caminos de ripio (tierra empedrada) de la R.N. 40,
dentro de la provincia argentina de Salta ‘la Linda’, situada al norte del
país, no muy lejos de la frontera con Bolivia. Esta mítica ruta nacional, de
más de 5.100 kilómetros de longitud, parte de la Patagonia y discurre paralela
a la cordillera de los Andes por los antiguos caminos incas. Primera jornada maratoniana,
rumbo a Purmamarca, pasando por San Antonio de los Cobres, donde degustamos
carne de llama y admiramos un paisaje memorable, incluidas las famosas salinas
de la zona, un inmenso lago de sal. Grandes rebaños de guanacos y llamas daban
vida al inmenso paisaje. También atisbamos cabras, vacas y toros; así como burros,
caballos, zorros y el gran cóndor sobrevolando el azulísimo cielo andino.
Cactus por todas partes y polvo, mucho polvo. De tanto en tanto, aparecían
pequeñas iglesias y cementerios en medio de una inhóspita y, al mismo tiempo,
hermosa tierra, poblada mayoritariamente por quechuas. Los pequeños y
humildísimos asentamientos humanos, también poblados por manadas de dóciles
perros, están construidos a base de ladrillos de adobe.
Hospedaje en la cabaña ‘La Comarca’ y paseo por la típica Purmamarca,
declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El Canal 7 de Jujuy me entrevistaba
en la plaza del pueblo, (nuestra ‘exótica’ manera de hablar, alertó a los de la
tele de que éramos turistas y quisieron saber de dónde veníamos y tal). Las
nubes brillaban por su ausencia y el sol invernal calentaba fuera de las
sombras. Alrededor, impresionantes montañas de increíbles tonalidades. 21 de
julio, día de sorpresas, un nativo me entregaba una propaganda ecologista
escrita ¡en catalán! Luego, cena en ‘La Diablada’, con actuación de un grupo
folklórico para alegría de Martina (‘Frutilla’), mi guapísima nieta porteña,
que pronto cumplirá los tres añitos y que no paró de jalear a los artistas. Al
día siguiente, recalamos en la colorista Quebrada de Humahuaca, hermoso y
silencioso enclave, también reconocido por la UNESCO como Paisaje Cultural de
la Humanidad.
Posterior visita a la cromática serranía de Hornocal (4.300
metros de altura). Comida (churrasco) en ‘Pinocho’. Hospedaje en ‘Inti Sayana’.
El encargado del modesto hotel, amablemente me ofrecía un té de coca para
reanimar el cuerpo y el espíritu, desestabilizados por el mal de altura y un
contumaz catarro. Espectacular subida al monumento dedicado a los héroes de la
independencia (a casi 3.000 metros de altitud). Venta de artesanía por todas
partes y abundancia de modestas ‘canchas’ de fútbol en toda la ruta.
Sorprendentes señales de animales sueltos en los escasos tramos de autopista
por los que pasábamos. También nos llamaba la atención los vehículos que
circulan de día con las luces encendidas y los carros de tracción animal que iban
por la autopista. Altares del ‘Gauchito Gil’ por doquier, una reverenciada
figura popular oriunda de la provincia de Corrientes, que recuerda la azarosa
vida del gaucho, Antonio Mamerto Gil Núñez. Sarcásticos y propagandísticos letreros
del Gobierno, tipo ‘aquí también la nación crece’, en medio de una insultante
miseria.
De Humahuaca nos trasladamos a Calilegua (provincia de
Jujuy), atravesando el Trópico de Capricornio. Parada técnica para comer en un
shopping de la ciudad de San Salvador de Jujuy y breve visita a la catedral. En
Calilegua, la de la eterna primavera, recalamos en la hostería Benítez,
establecimiento regentado por el amable ingeniero Saùl Ángel Benítez. Breve
paseo por el Parque Nacional. Un guardia de ascendencia guaraní nos recomendaba
los recorridos más asequibles. Posterior comida típica a base de maíz (humitas
y tamales) en ‘Tía Carola’ en San Francisco (departamento de Valle
Grande/Jujuy). Bosques frondosos y cumbres espectaculares y un águila sobrevolando
majestuoso las altas cumbres. A la salida de Calilegua, extensas plantaciones
de caña de azúcar. Antes de alcanzar Cayafate, nueva parada en el asfaltado
camino, para admirar la impresionante Garganta del Diablo. Más ruta infernal
por los caminos de ripio. Bien entrada la noche, llegada a la fría y recóndita Angastaco,
donde descubría a Gloria, de ascendencia Siria y casada con un lugareño de
ascendencia catalana, de apellido Miralpeix. Arribada a Cachi, a 2.300 metros
de altitud. ‘Aquí, la magia de las noches emerge cuando el silencio se
escucha’, leía en alguna parte. Obligada visita de todo el grupo familia al
hospital, donde nos atendió un sabio médico quechua. En Cachi degustaba un
excelente asado de cabrito y compartía conversación con el propietario del
restaurante, Martín Oliver, también de origen catalán.
Por último, emprendimos el camino de retorno a Salta, a
través de los hermosísimos Valles Calchaquíes. Y así concluía nuestro excitante
periplo andino de apenas quince días. En esta ciudad, subimos al teleférico,
visitamos la catedral y el Museo Histórico del Norte y también comimos cabrito
a la parrilla con abundante regusto a romero. En Salta firmaba a favor de una
campaña ecologista en contra de la tala de árboles, observaba que había
demasiados policías en las calles y tenía la ocasión de comprobar que intentar
atravesar un paso ‘cebra’ era una operación de alto riesgo. En la televisión
argentina se hablaba de la situación de ‘depredada’ y ‘default’ por la que
atravesaba el país y, sobre todo, de fútbol y de su actual ‘dios’, Leo Messi.
Circulando por los caminos de ripio, tuvimos la ocasión de descubrir la
Argentina más profunda, un país todavía en vías de construcción. Una vez más, pude
comprobar que viajar, cuanto más lejos mejor, te permite ampliar los
horizontes, descubrir paisajes nuevos, mundos diferentes y admirar millones de
estrellas, esos astros que suele ocultar nuestra contaminada atmósfera urbana. En
la plaza mayor de Salta me encontré con un ciudadano de A Coruña, con el que
compartí brevísima conversación en gallego. Entre tanto quechua, era el único
paisano que me encontré más allá de los caminos de ripio andinos. Manuel Dobaño (Periodista) , Puede leer también este artículo en El Prat al día.
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