lunes, 13 de octubre de 2014

El ébola y otros virus

 OPINIÓN.
Tengo un amigo con cierta carga de mala leche, que gusta de echar leña al fuego cuando la cosa está que arde, como ahora mismo ocurre con la crisis del ébola. A mi amigo me lo tropecé hace poco y me largó que lo del ébola le ha venido de perlas a más de uno, para que así no se hable tanto de otros’ virus’ más malignos, tales como el de las tarjetas black o opacas, o sea, no trasparentes, de Caja Madrid, de los tiempos de Miguel Blesa y de su selecta compañía. El kafkiano caso del juez Elpidio José Silva, al que se solicita una inhabilitación de 17,5 años por haber tenido la osadía de meter en la trena al mentado Blesa, también tiene su miga. Una sentencia ejemplarizante, se ha dicho, y una nueva versión del juez juzgado. Y mientras tanto, el que un día declaró que la justicia era ‘un cachondeo’ -el ex-alcalde de Jerez, Pedro Pacheco-, está a punto de ingresar en chirona, igual que la Pantoja.  
La verdad es que no se ha hablado de otra cosa últimamente, todos los medios de comunicación echaban humo: La auxiliar de enfermería contagiada de ébola, “sigue ‘estable’ dentro de la gravedad”, era una de las noticias que destacaban estos días la prensa gallega; porque Teresa Romero nació en Becerreá, donde la enferma estuvo ‘hace poco’. Pero no solo estaban preocupados los vecinos de esta localidad lucense, sino también Mariano Rajoy, que se esforzaba en tranquilizar al personal. Precisamente, es en este punto cuando mi amigo volvía a meter cuchara para recordar aquella legendaria palabreja de los ‘hilillos’ que soltaba el Prestige, aquel funesto petrolero que ennegreció y envenenó las bellas costas gallegas.    
Sin embargo, son las redes sociales las que marcaban el paso en la crisis del ébola y demás virus devastadores que nos acechan, y casi todas las críticas iban dirigidas a la atribulada  ministra  de Sanidad, Ana Mato, que la pobre luce un apellido nada tranquilizador para el caso que nos ocupa. Pero lo más sorprendente de todo este monumental guirigay, lo protagonizaba Excalibur, el inocente perro de mi paisana, que fue sacrificado ‘por precaución’. Mi amigo volvía a la carga y se preguntaba: ¿por qué nadie ha dimitido, aunque solo sea por eso, por precaución?, al tiempo que me soplaba al oído que de todos los virus que andan por ahí sueltos, los más peligrosos son los que provocan incompetencia y el que contagia la corrupción a la clase política. Contra esta amenaza, tampoco se dispone de un fiable protocolo de protección.Manuel Dobaño (periodista). Puede leer también este artículo en El Prat al día.

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