lunes, 29 de diciembre de 2014

Navidad en tiempos de globalización

 OPINIÓN.
Camino por las calles de la ciudad en la que vivo y me encuentro con todos los negocios  cerrados. Mejor dicho, con casi todos, ya que cerca de mi casa el bar ‘Neti’, regentado por un rumano, mantiene sus puertas abiertas; igual que ‘El gall i la gallina’ de la Plaça de la Vila, que ahora es de los chinos. También compruebo que están abiertas las tiendas de los paquistaníes y de los magrebíes. Claro, la mayoría de estas etnias no son cristianas, me espeta  mi amigo (“El Cínico”) y, por tanto, “les importa un carajo la pachanga navideña”. Además de los aires casi siberianos que soplaban el pasado 25 de diciembre, la globalización nos ha traído todas estas novedades y no nos queda otro remedio que apechugar con ellas.       
Estas fechas navideñas, las aprovechaba para comunicarme con mis queridos nietos, Tiago y Martina, residentes en Buenos Aires, para desearnos un pronto reencuentro y, con mi pariente Violette, que vive en la Bretaña francesa, mantenía una cálida conversación. Pero de todas las felicitaciones que estoy recibiendo estos días -casi todas por vía telefónica, o a través de las redes sociales-, ha habido una que me ha emocionado muy especialmente. Me llegaba desde Venezuela y, en ella, se reflejaba la más pura esencia del espíritu navideño. El mensaje era de mi primo Enrique Cid, quien con nostalgia me recordaba sencillas historias de antaño, de cuando fugazmente coincidimos en nuestra ourensana villa natal (Xinzo de Limia).
A mi primo le escribía lo siguiente: “El turismo que mencionas en tu mensaje, efectivamente, era un Renault ‘Gordini’, el famoso ‘coche de las viudas’, porque no tenía mucha estabilidad y se iba en las curvas. Quique, ¿cómo no me voy a acordar del hijo de mi prima “Chucha” y del Manolo de Allariz, así como de tu encantadora hermana Sarita, la reina ‘cautiva’ de la Costa Esmeralda? No he olvidado tampoco lo bien que te portaste con mi hija Carlota y mi yerno Ángel, cuando ambos se dejaron caer por ahí”. A mi primo le aclaraba que aquel mi primer coche “era de color gris metalizado” y que “el año de tan entrañable recuerdo tuyo de Barreiros, ‘a veira do Limia’, era de la mitad de la década de los años 60 del siglo pasado”. Con mis mejores deseos de que el 28 de diciembre no os hayan colado más puyas que las que nos endilgan diariamente. ¡Feliz Año Nuevo a todos/as.! Manuel Dobaño (Periodista).Puede leer también este artículo en El Prat al Día.

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