lunes, 26 de enero de 2015

En tren, medio siglo después

 OPINIÓN.
He dejado pasar unos días para recuperarme serenamente de las emociones contenidas que me provocó el reciente viaje a mi tierra gallega. Allí estuve, en Xinzo de Limia, tras una demasiado larga ausencia, para presentar mi libro“K11: Estación clandestina (crónica de un periodista de a pie)”. El viaje de vuelta, Ourense-Barcelona, lo hice en tren, igual que el de  años atrás, cuando, en edad todavía de adolescencia, las circunstancias de la vida me llevaron a Cataluña para arrimar el hombre en el negocio familiar. Entonces (1960), la despedida resultó bastante traumática, porque atrás dejaba juveniles sueños, amistades entrañables y también amoríos primeros, aquellos que, dicen, son difíciles de olvidar.    
El viaje de ahora, en nada se ha parecido al que hice hace más de medio siglo en un renqueante convoy ferroviario en el que viajaban personas tristes provistas de maletas de madera y con la cara rebozada de carbonilla. En este feliz reencuentro con las raíces, tuve la oportunidad de tararear “o tren que me leva pola beira do Miño” de Andrés Do Barro, y de rememorar añoradas vivencias de los intensos años que pasé en Galicia, pero también de los oscuros tiempos “da longa noite de pedra” que nos tocó vivir a los de la generación de la incivil postguerra. A pesar de todo, creo que fuimos felices, porque éramos inocentes y mi padre era el rey de la gasolina; o sea, que mi familia tuvo el privilegio de no sufrir el racionamiento.    
En el acto de presentación del libro, que tuvo lugar en la Casa da Cultura, me acompañaron viejos amigos (Dalmiro Castro y compañía) y algunos parientes que todavía conservo en la capital de la Limia. Desde estas líneas, deseo expresar mi más profundo agradecimiento a Carlos Gómez Salgado, concelleiro de cultura y a Xabier Casares Mouriño, hermano del desaparecido intelectual, Carlos Casares, con el que compartí amistad profunda. Al final, las cálidas voces del coro Aimil me dedicaron hermosas y casi olvidadas canciones da terriña. En mi villa natal, el tiempo era gélido, pero los abrazos fueron calientes. Allá ya me esperan para presentar mi próximo libro (“El Opinador”), pero eso será cuando soplen mejores vientos para la industria editorial...Manuel Dobaño (Periodista).Puede leer también este artículo en El Baix al Día.

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