lunes, 5 de enero de 2015

Víctimas por tierra, mar y aire

 OPINIÓN.
El 2014 se ha ido, dejando tras de sí un trágico rastro de víctimas por tierra, mar y aire. Pocos días antes de que finalizara el año, nos llegaba la terrible noticia del accidente aéreo de un Airbus A 320-200 de la compañía malasia de low cost ‘Air Asia’, que fue a parar al fondo del mar de Java (Indonesia) con 162 personas a bordo. A pesar de ser ésta la tercera catástrofe aérea del año, sigo pensando que el avión es el medio de transporte que, particularmente, me inspira más garantías de seguridad. Seguramente, el hecho de vivir a tocar del aeropuerto de Barcelona-El Prat, me ha ayudado a alejar los atávicos temores que años atrás me suscitaba el aeroplano, tal como gustaba decir el desaparecido profesor Enrique Tierno Galván.
El año, asimismo, se despedía con un naufragio acontecido frente a las costas albanesas, el del ferri italiano que se incendiaba en plena travesía, provocando el pánico entre sus casi 500 pasajeros. Al parecer, el Norman Atlantic llevaba exceso de carga y en su bodega había un mogollón de camiones-cisterna que transportaban aceite. A pesar de las esforzadas y complejas labores de rescate, no se pudo evitar la muerte de decenas de viajeros. A este par de catástrofes, cabe añadir el goteo incesante de personas que diariamente dejan su vida en el asfalto. Se trata, sin embargo, de unas víctimas que suelen pasar más desapercibidas porque, en cierta manera,  ya se ha convertido en una trágica rutina.          
Pero no solo cabría tener en cuenta a las personas que pierden la vida accidentalmente, sino también a aquellas que silenciosamente son víctimas inocentes en los diferentes conflictos bélicos provocados por la barbarie humana. Tampoco deberíamos olvidar a los desheredados de la fortuna que en el llamado Tercer Mundo se mueren a causa de la desnutrición y de toda una serie de enfermedades, tales con el sida, la tuberculosis, la malaria…; calamidades que han anidado en medio de la más extrema indigencia. Mientras tanto, “los países ricos, intentan lavar sus conciencias en esta época del año, recogiendo juguetes para los niños pobres, convencidos de que así irán al cielo”, me suelta mi amigo (“El Cínico”).   Manuel Dobaño (Periodista). También puede leer este artículo en El Prat Al Día.  

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