OPINIÓN.
Mis generosos lectores habrán observado que, de un tiempo a
esta parte, acostumbro a recoger los mordaces comentarios que me larga mi amigo
(“El Cínico”), un vecino en permanente estado de cabreo, con el que me suelo
tropezar casi todas las mañanas mientras pasea a su diminuto perro. Uno intenta
no llevarle mucho la contraria, no vaya a ser que me incluya en su negra lista
de enemigos para siempre. Sin embargo, últimamente, tengo la impresión de que
el vecino en cuestión, conocedor de mis rutinas, me espera expresamente para vomitarme a bocajarro todas
sus fobias, que no son pocas. Él siempre me saluda con las mismas palabras: “¿y
tú, que eres periodista, qué opinas de…?”, y así todas las veces.
Un poco para seguirle la corriente, a mi ocasional amigo le
suelo responder que aquello que me plantea no pasa de ser, como largan en mi tierra,
una ‘carallada’, o bien una ‘collonada’, tal como le gustaba decir a Josep Pla.
“¡No te salgas por la tangente, gallego!”, me replica mi amigo con vehemencia; al tiempo que me apostilla: “¡con
la que está cayendo en este país de las mil y una corrupciones y encima nos
hacen creer que el tocino es de oveja!”. Y para acabarlo de adobar me matiza: “vamos
a ver, no me digas tú que es una ‘carallada’ el turbio asunto ese de la
Audiencia Nacional que investiga la desaparición del sumario del borrador de
los ordenadores de Luís Bárcenas”, para luego añadir: “¡algo huele a podrido en
Dinamarca…!”
Confieso que con mi amigo (“El Cínico”) no hay manera
de hablar de cosas positivas, que las hay, siempre saca a relucir grandes
escándalos y miserias humanas en general; menos mal que, hasta la fecha, todavía
no se ha pronunciado sobre el pernicioso contenido de ciertos programas basura
de televisión, tipo GH, que mantiene idiotizada a una parte del personal. Y
para poner punto y final a esta historia, nada más apropiado que comentar el
revuelo que se ha organizado recientemente en Vigo, a propósito del barco
pesquero que han plantado en medio de una glorieta y que muchos vecinos consideran
que es una auténtica ‘carallada’; igualito que las ‘collonades’ que han
instalado en algunas rotondas de la ciudad en la que vivo.Puede leer también este artículo en El Prat al Día. Manuel Dobaño (Periodista)
No hay comentarios:
Publicar un comentario