OPINIÓN.
La tradicional fiesta catalana del libro y de la rosa no
conseguía acallar las secuelas de una tristísima noticia: cientos de emigrantes
perdían su miserable existencia en aguas del canal de Sicilia, víctimas de un
dantesco naufragio considerado una de las peores tragedias acontecidas en el
Mediterráneo desde la II Guerra Mundial. La UE se ha percatado ahora de que hay
que tomar medidas para paliar la crisis humanitaria mediterránea, y que ya se
han acabado las excusas. “¡A buenas horas, mangas verdes!”, me voceaba
indignado mi amigo (“El Cínico”), quien no se explicaba que las autoridades
europeas barajaran enviar barcos de guerra a las costas de Libia, no para frenar
el tráfico de emigrantes, sino el de petróleo y armas.
Pero como las desgracias casi nunca vienen solas, sucedía
que otros tres inmigrantes morían el pasado 20 de abril al hundirse el barco en
el que viajaban, frente a la isla griega de Rodas. Delante de este incesante
goteo de naufragios, en los que son víctimas los de siempre, los desheredados
de la fortuna, acudían a mi mente los nombres de Esquilo, Sófocles y Eurípides,
los grandes clásicos griegos, que supieron plasmar magistralmente en sus obras las
tragedias de su tiempo. A propósito de los
grandes sufrimientos que el ser humano se ha visto obligado a padecer a lo
largo de la historia, el malogrado escritor José Saramago me contestaba
lacónicamente en una entrevista que le hice en su día: “no nos merecemos la
vida”.
Y mientras los prebostes comunitarios intentaban disimular
sus vergüenzas, se confirmaba la noticia de que, con respecto al 2014, ya se ha
multiplicado por diez el número de personas que han fallecido en el Mare Mortum al intentar alcanzar las
costas del ‘paraíso’ europeo. Y para rematar este relato de tan malas
vibraciones, quisiera dejar constancia de que los que todavía creemos que sí,
que nos merecemos la vida, seguimos confiando en la utopía de conseguir un
mundo más feliz y más justo, en el que las mafias que trafican con seres
humanos desaparezcan definitivamente de la faz del planeta Tierra. Pero para que
ello sea posible, antes sería necesario erradicar la injusta distribución de la
riqueza y las mentes criminales que desencadenan las guerras.
La penúltima semana de abril de 2015, nos deparaba otra tragedia:
El seísmo de Nepal dejaba más de 2000
muertos. El resto de noticia, se me antojaban insignificantes. .. Manuel Dobaño (Periodista). También puede leer este artículo en El Prat al Día.
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