OPINIÓN.
La otra noche tuve un extraño sueño. Sí, sí, un sueño de
esos que, al despertar, lo recuerdas con una claridad meridiana. Soñé que se
reunía el inexistente Comité Anticorrupción y en Contra de la Pobreza (CACP), y
que éste tomaba toda una serie de medidas extraordinarias encaminadas a erradicar,
de una vez por todas, la caterva de alimañas corruptas que han anidado en todas
las tenebrosas sedes de la cosa pública que ha gobernado este país llamado
España. Este onírico organismo, integrado por representantes de los principales
partidos políticos, también asumía el firme compromiso de acabar con la pobreza,
contraviniendo de esta manera el sacrosanto reglamento de sus inmediatos superiores:
el poder financiero.
Recuerdo que, segundos antes de despertar de mi sueño
imposible, percibí que me envolvía una áurea de felicidad, que enseguida devino
en frustrante realidad. Después del desayuno, decidía alimentar mi cotidiana
curiosidad leyendo la prensa, y me enteraba de que estaba reunida con carácter
de urgencia la denominada Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la
Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte, para tomar cartas en el asunto ese de
la monumental pitada del Camp Nou que antecedió a la final de la Copa del Rey del
pasado 30-M. Es en este punto, cuando mi inefable amigo (“El Cínico”), una vez
más, aprovechaba para meter cuchara y recordarme aquello de que ‘no se pueden
poner puertas al campo’.
Sin embargo, no hemos podido evitar que, durante demasiado
tiempo, solamente se hablara de tan sonora polémica, dejando medio de lado otros
problemas de mucho más calado, tales como el vuelco electoral que ha habido
tras el 24-M e, insisto, el pringoso tema de la corrupción política. Pero sucedía
que el mismo día que se debatía lo de la pitada copera, Isabel Pantoja salía de
la prisión sevillana de Alcalá de Guadaira para disfrutar de un permiso de
cuatro días en su finca de Cantora. Y para que no decayera la ‘fiesta’
mediática, la práctica totalidad de las cadenas de televisión decidían aparcar todo
lo demás y jalear con tronío el permiso carcelario de la folklórica, que cumple
condena por blanqueo de capitales. ¿Me guardan el secreto?: el Barça es mi
pequeña debilidad espiritual.Manuel Dobaño (Periodista). También puede leer este artículo en El Baix al Día.
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