OPINIÓN.
En la ciudad en la que
vivo, la fecha del 27-S se celebraba por triplicado. Además de ser domingo,
coincidía con el penúltimo día de la Festa Major y, de propina, la gente tenía la opción de
participar en la fiesta democrática de votar en alguna de las 72 mesas de los 18
colegios electorales de El Prat de Llobregat. De buena mañana, las autoridades locales
informaban que la jornada electoral se estaba desarrollando sin apenas incidencias,
salvo los clásicos despistes del personal derivados de los carnets de identidad
caducados o robados. El desembarco de apoderados del PP, llegados en autocar
desde diferentes enclaves patrios (se aseguraba que uno procedía, en concreto, de
Castilla-León), sorprendía a más de un lugareño.
Mi amigo (“El Cínico”) me
desvelaba que, entre la larga sobremesa post-comida familiar de cada domingo y
su activa participación en diferentes actos festivos de su barrio, no había tenido
tiempo material de depositar su voto en la urna; si bien reconocía que tampoco
estaba demasiado arrepentido por ello, porque él hubiera querido ‘votar’ más
bien a un inexistente partido abstencionista. Al margen del particular punto de
vista de mi siempre escéptico amigo, sucedía que, minutos antes de cerrarse los
colegios electorales, la prensa empezaba a destacar la ‘histórica’ participación
que se estaba registrando en las urnas, cuyo porcentaje finalmente superaba la
cifra récord en unas elecciones autonómicas del 77%.
Conforme iba avanzando el
escrutinio electoral, la mayoría de medios internacionales coincidía en
destacar que el 27-S se votaba un ‘referendum sobre la independencia de
Cataluña’ y no otra cosa. La intensa jornada electoral concluía sin más
sobresaltos, más allá de los inevitables rifirrafes protagonizados por los mediáticos
tertulianos de las distintas cadenas televisivas, que, según el color
ideológico de cada cual, intentaban sentar cátedra con sus encendidos
argumentos. Sin pretender entrar en el fondo de una situación política tan compleja,
queda claro que, a partir del día después del 27-S, se plantean toda una serie
de inquietantes incógnitas que cabrán despejar civilizadamente, con diálogo y
sentido común.Manuel Dobaño (Periodista). También puede leer este artículo en El Prat al Día.
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