lunes, 12 de octubre de 2015

El baile de los políticos

 OPINIÓN.
 Fue Miquel Iceta el primero que, para animar el amuermado voto socialista catalán, no se privó de bailar compulsivamente en los mítines del pasado 27S; luego le seguiría, participando en desmadrada coreografía televisiva, Soraya Sáenz de Santamaría. También, allá en las Américas, Cristina Fernández de Kitchner y los mismísimos Barack Obama y Hillary Clinton, aprovechaban la ocasión para mover sin complejos el esqueleto. Son las inevitables servidumbres del poder. Otros conocidos personajes de la res pública, sin embargo, todavía no han tenido la oportunidad de demostrar en público sus dotes de balancear las caderas, como es el caso de Mariano Rajoy, de quien la referida Soraya aseguraba que es muy “bailongo”. 

De cara al próximo cónclave electoral del 20D, los políticos se verán obligados a bailar, tanto con lobos, como con corderos. Pero el show, en realidad, ya ha comenzado, ya que raro es el día en el que los líderes políticos que aspiran a ser inquilinos de la Moncloa, no paran de danzar frenéticamente de un lado para otro. 

Un ejemplo ilustrativo de ello es la siguiente noticia que leía en la prensa: “En tres semanas, el presidente Rajoy lleva cinco inauguraciones, más que en los cuatro años de mandato”. A un servidor también le ha tocado últimamente bailar con la más fea, al tener que soportar un prolongado proceso catarral del que aún no me he recuperado del todo. Para consolarme, pensaba, ¡qué me quiten lo bailao!

 Y dentro de este arrítmico contorneo de historias, va mi inefable amigo (“El Cínico) y, sin más, me soltaba que los robots podrán realizar el 40% de las tareas empresariales, y que las máquinas inteligentes destruirán 9 millones de empleos en EE.UU. en la próxima década. O sea, que “la gente podrá dedicar más tiempo al baile”, me comentaba sarcástico como siempre. Mientras tanto, en la emisora de radio de la ciudad en la que vivo, los tertulianos intentábamos días pasados seguir los compases del complejo entramado negociador que mantenían la CUP y ‘Junts pel Sí’. Tanto en Cataluña, como en el resto de España, los políticos no paraban de hacer cabriolas para no perder el cadencioso ritmo que exige el poder.Manuel Dobaño (Periodista). También puede leer este artículo en El Prat al día.

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