OPINIÓN.
Fue Miquel Iceta el
primero que, para animar el amuermado voto socialista catalán, no se privó de
bailar compulsivamente en los mítines del pasado 27S; luego le seguiría, participando
en desmadrada coreografía televisiva, Soraya Sáenz de Santamaría. También, allá
en las Américas, Cristina Fernández de Kitchner y los mismísimos Barack Obama y
Hillary Clinton, aprovechaban la ocasión para mover sin complejos el esqueleto.
Son las inevitables servidumbres del poder. Otros conocidos personajes de la
res pública, sin embargo, todavía no han tenido la oportunidad de demostrar en
público sus dotes de balancear las caderas, como es el caso de Mariano Rajoy,
de quien la referida Soraya aseguraba que es muy “bailongo”.
De cara al próximo
cónclave electoral del 20D, los políticos se verán obligados a bailar, tanto
con lobos, como con corderos. Pero el show, en realidad, ya ha comenzado, ya
que raro es el día en el que los líderes políticos que aspiran a ser inquilinos
de la Moncloa, no paran de danzar frenéticamente de un lado para otro.
Un
ejemplo ilustrativo de ello es la siguiente noticia que leía en la prensa: “En
tres semanas, el presidente Rajoy lleva cinco inauguraciones, más que en los
cuatro años de mandato”. A un servidor también le ha tocado últimamente bailar
con la más fea, al tener que soportar un prolongado proceso catarral del que
aún no me he recuperado del todo. Para consolarme, pensaba, ¡qué me quiten lo
bailao!
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