Opinión.
Navegando por el
proceloso universo de la información, acostumbro a ‘pescar’ noticias de
diferente calado y calibre, sobre todo, historias insólitas que siempre me han
fascinado. En mi libro “K11: Estación clandestina (crónica de un periodista de
a pie)”, recupero las azarosas andanzas de la cabra “China”, una inocente chiva
que fue amaestrada por avispado gitano para robar en el mercadillo del barrio
de Sant Cosme de la ciudad en la que vivo y que acabó siendo madre y
reinsertándose socialmente en el rebaño cabrío de un pastor de la comarca
barcelonesa del Baix Llobregat. Un loro y una yegua, completan mi particular triunvirato
de noticias protagonizadas por animales y que, en su día, conseguí ‘cazar’ para
la Agencia Efe.
Pero no hace falta
recurrir al pasado, ni exclusivamente a animales, para toparme con titulares que
me siguen llamando la atención. Por ejemplo, éste que publicaba el periódico La Región de Ourense: “Un vecino de
Petín, que iba a Lanzarote, acabó en Eslovaquia”. Al tomar tierra en
Bratislava, mi paisano, José Antonio Mateo Rivera se preguntó extrañado: “Aquí
falta o mar”. Esta rocambolesca historia, en cierta manera, me recordaba a la
del portero aquel de Lepe que, aseguran, permaneció bajo los palos durante más
de tres horas hasta que alguien le advirtió
de que el encuentro se había suspendido debido a la niebla. Fue entonces cuando
el cándido cancerbero dejó caer: “Ya me parecía a mí que era demasiado dominio…”.
De nuevo viajo a mi tierra gallega para reproducir
este otro titular: “La avispa asiática anida en el cementerio de Cea”,
circunstancia que provoca que los vecinos de este municipio ourensano no se
atrevan a acceder al recinto funerario por miedo a ser atacados por esta
agresiva especie. Y más allá de que Amancio Ortega, que ya es casi el hombre
más rico del mundo, haya donado 17 millones de euros a la lucha contra el
cáncer, también me llamaba la atención este titular: “Los billetes ya son
innecesarios y sospechosos y serán ilegales”, según Dave Birch, un ingeniero
que asesora la reconversión bancaria digital en la City londinense. Además,
terciaba mi amigo (“El Cínico”): “Los billetes son antihigiénicos y contagian múltiples
enfermedades”. Avisados quedan, hagan
como don Amancio, que no toca moneda, solo la multiplica. Manuel Dobaño
(Periodista). También puede leer este artículo en El Prat al dia.
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