lunes, 2 de noviembre de 2015

A buenas horas…

 Opinión.
Cuando días atrás intentaba ponerme al corriente de los aconteceres mundanos, una noticia de gran calado mediático agitaba súbitamente mis neuronas y mis papilas gustativas: “La OMS liga el cáncer con el consumo de embutidos y la carne roja procesada”. Para acabarlo de adobar, incluso se ha llegado a plantear la cuestión de si el embutido causaba más muertes que el tabaco. ¡Manda carallo!, que suele decir en mi tierra el pueblo llano. Releyendo tan bestial información, llegué a pensar que, en lugar de recitar los hermosos versos de Rosalía de “adiós ríos, adiós fontes, adiós regatos pequenos…”, ahora me planteo sustituirlos por estos otros: “adiós chourizos, adiós bisté de tenreira galega, adiós churrascos grandes e pequenos…”

Y mientras a los charcuteros y demás profesionales del sector cárnico no les llegaba la camisa al cuello, y no dejaban de pensar en la bajada de ventas que les espera (tal como sucedió con las crisis de la gripe aviar y de las vacas locas), se intentaba mitigar el impacto de la noticia con la recomendación de comer ternera, ‘dentro de una dieta equilibrada’. Algunos expertos, sin embargo, no descartaban que el informe de la OMS tenga algo que ver con determinados intereses  espurios ligados al sector vegetariano y/o pesquero. Ya se sabe, la gente es mal pensada por naturaleza. En tiempos del Halloween, me imagino a niños y mayores disfrazados de malignos embutidos, hamburguesas y sandwiches de beicon. 

Finalmente, era mi amigo (“El Cínico”) quien me soltaba aquello de “a buenas horas, mangas verdes”, refiriéndose al informe ese de “los burócratas de la OMS”, en el que se pone en la picota unas viandas que, desde hace siglos, está en la base de la alimentación de un mogollón de millones de personas. Mi amigo, reafirmándose, una vez más, con el pensamiento filosófico de Diógenes, aprovechaba la ocasión para explicarme el origen de los llamados ‘mangas verdes’, que eran los integrantes de las cuadrillas de la Santa Hermandad, que lucían el verde en la manga y se encargaban de echarle el guante a los chorizos, (se entiende, sin embutir). Mas solía suceder que llegaban tarde, o sea, cuando los ladrones ya se las habían pirado .Manuel Dobaño (Periodista). También puede leer este artículo en El Prat al día.           

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