lunes, 30 de noviembre de 2015

Un país de pillastres

 Opinión.
En esta ‘mi querida España’, que cantaba en vida la añorada Cecilia, siguen sucediendo cosas asombrosas y sus truhanes protagonistas no siempre son de primera división, tipo Bárcenas y Cía. Lo leía hace unos días en La Región, el centenario periódico de mi tierra al que acostumbro a remitir mis cuitas semanales: “Guardia Civil, árbitro y ¿ladrón de carteras?”. Este era el llamativo titular de la noticia acontecida recientemente en el campo de Outeiro Maior de la población ourensana de Vilamarín. Allí se disputaba un partido de fútbol de la liga provincial de veteranos y resultó que el ‘trencilla’ del encuentro, que compagina su afición futbolera con la de agente de la benemérita, aprovechó el descanso del partido para penetrar en el vestuario visitante y arramblar con la cartera de un jugador del Atlético A Peroxa. 

Si bien inicialmente el avispado árbitro negó los hechos, a pesar de ser reincidente en este tipo de ‘jugadas’, al final decidió devolver lo sustraído a su víctima, que se comprometió a no presentar denuncia. La presencia en el recinto deportivo de una pareja de la Guardia Civil fue determinante a la hora de zanjar amistosamente tan extraño desenlace propio de un país de pillastres, como la historia que hace años me tocó relatar para los lectores de La Región: “La leyenda del falso conde”. El personaje en cuestión se llamaba José Leyenda Limia, (autoproclamado ‘Conde de Leyenda’), un moderno pícaro, capaz de embaucar y estafar al mismísimo diablo. Era de Ourense, donde un día salió por piernas para que no lo trincaran.
Al falso conde lo conocí en Cataluña, en la década de los años 60 del siglo pasado, y no pude evitar que se colara en mi boda. Una de sus ‘empresas’ más florecientes eran unas tómbolas benéficas que él mismo saqueaba para beneficio propio. Mi malogrado amigo, Carlos Casares me desveló que, con motivo de un intercambio cultural galaico-catalán, el famoso Leyenda se ofreció a ejercer de guía turístico por la Ciudad Condal y solo les mostró el Barrio Chino, lugar en el que, por aquellas, tenía establecidos sus ‘negocios’. Fue realmente un personaje de leyenda, casi de primera división, capaz de inspirar una novela o un poemario. “Mi querida España./Esta España mía,/esta España nuestra./De tu santa siesta/ahora te despiertan/versos de poetas…”, mi amigo (“El Cínico”) me recordaba parte de la letra de la canción de Cecilia.  Manuel Dobaño (Periodista). También puede leer este artículo en El Prat al día.            

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