Opinión.
Cuando todavía no se había
acallado el horror de los atentados de París del fatídico viernes 13 de
noviembre, los gerifaltes de medio mundo se reunían en la capital francesa para
debatir el cambio climático de un planeta que, desde hace demasiado tiempo, está
dando muestras de asfixia por culpa del maligno CO2 y de otros elementos contaminantes,
que principalmente se encargan de expandir los chinos y los norteamericanos con
la aquiescencia del resto de países.Los apóstoles de la economía dominante
sostienen que es el precio que inexorablemente debemos de pagar en aras del particular
enriquecimiento de una selecta minoría de privilegiados, y en detrimento de la
inmensa mayoría de parias que pueblan la Tierra.
Más allá de las
inevitables protestas callejeras de los ecologistas, de la solemne puesta en
escena del evento y de las bienintencionadas promesas de los líderes mundiales,
veremos en qué acaba finalmente la referida cumbre climática parisina. “¡Mira
que llevan años mareando la perdiz con eso del cambio climático, y no hay
manera de que se pongan de acuerdo!”, refunfuñaba indignado mi amigo (“El
Cínico”). Para abonar su lamento, le respondía que tenía toda la razón y añadía
que, cuando hace unos años visité el sur de Argentina y tuve el privilegio de
admirar el Perito Moreno y otras maravillas del Parque Nacional Los Glaciares,
ya nos alertaron en vivo y en directo de los nefastos efectos de la catástrofe
global que nos acecha.
Además de la referida
cuestión del cambio climático, tenemos por delante el 20-D -día que antecede a
la llegada oficial del invierno-, una fecha que podría marcar el inicio de un higiénico
cambio del actual mapa político de un país afectado por el borrascoso proceso
soberanista catalán. Durante la actual campaña electoral, una ‘perturbación’
que conviene soportar con cristiana resignación, vengo observando que los
candidatos cuidan al detalle la mise en
scène de sus mítines. Los líderes de las diferentes candidaturas desfilan
por los platós de las cadenas de televisión para contar sus historias y, de
paso, aprovechan para mostrar sus habilidades culinarias y artísticas. Y si se
tercia, juegan al futbolín y tocan las castañuelas. La promesa electoral más generosa
que he escuchado, ha sido la de Durán i Lleida; él, que es calvo, ha prometido a
los peluqueros que les bajará el IVA. ¿Hay quién dé más? Manuel Dobaño
(Periodista). También puede leer este artículo en El Prat al día.
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