Opinión.
Siempre que se estrena un
nuevo año, uno acaricia la vana ilusión de que las cosas van a ir mejor de lo
que han ido hasta ahora, y que eso de la crisis económica, el cambio climático
y otros malos rollos, son cosas pasajeras que, tarde o temprano, se arreglarán.
Pero cuando observamos el oscuro panorama
que nos acecha, nos topamos de bruces con la cruda realidad de los atentados
terroristas, como el acontecido hace poco en el corazón turístico de Estambul.
Todavía se me ponen los pelos de punta al rememorar que fue en la antigua
Constantinopla donde, hace unos años, un grupo de periodistas que visitamos la
capital turca nos hinchamos de hacer fotografías en los alrededores de la
Mezquita Azul y Santa Sofía, emblemático enclave en el que se produjo el
atentado.
Para tiempos convulsos, los
que sigue atravesando la fragmentada política española. Su Gobierno en
funciones no para de mirar de reojo al nuevo Govern soberanista catalán, “por
si tiene que echar mano del Tribunal Constitucional, o de otros poderes más de
armas tomar, para poner firmes al a los que preconizan la secesión”, me
comentaba mi amigo (“El Cínico”). Mientras tanto, en la Audiencia Provincial de
Baleares, la infanta Cristina se sentaba en el banquillo para dejar constancia
de que ‘Hacienda somos todos’; ¿o no? También el tal Ramoncín pasaba por la
Audiencia Nacional para salir indemne de los chanchullos de la SGAE. El artista
de Vallecas también fue encausado en su día por agredir a un paparazi en el
aeropuerto de El Prat, juicio que me tocó cubrir para la Agencia Efe.
Y para templar un tanto los
ánimos, en la ciudad en la que vivo y en buena parte de Cataluña se disfrutaba hasta
hace muy poco de una temperatura casi primaveral para regocijo de la osita
‘Caramelita’ y del resto de congéneres que pueblan el Pirineo catalán y que aún
se resisten a recluirse en sus cuevas para invernar. Contrariamente, en mi
tierra gallega se dejaban caer las primeras ‘folerpas’ (copos de nieve) y las
copiosas lluvias provocaban que sus ríos se salieran de madre. Ello no impedirá
que, en mi villa natal (Xinzo de Limia), ya cuenten las horas que faltan para
dar rienda suelta a la ‘troula’ (diversión) desenfrenada de su famoso ‘entroido’
(carnaval), una ancestral fiesta que durará casi un mes y que está declarada de
Interés Turístico Nacional. Manuel Dobaño (Periodista). También puede leer este artículo en El Prat al Día.
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