martes, 23 de febrero de 2016

La chica de Xinzo y otras historias

 Opinión.
Fiel a mi compromiso de comentar lo que más me llamaba la atención de los últimos días, enseguida me apercibía de que la semana venía cargadita de diferentes asuntos que nada tenían que ver con las negociaciones imposibles entre PSOE, Podemos y Cs, y el PP a verlas venir, ni tampoco con la huelga del metro en plena celebración del Mobile World Congress. Por ejemplo: en vísperas de una visita que tenía programada con el dentista, para que me ajustara una pieza que me estaba haciendo la puñeta, se publicaba que habían trincado a los mandamases de Vitaldent por choriceo fiscal. A mi amigo (“El Cínico”), la noticia no le pillaba de sorpresa, ya que nunca ha entendido que las clínicas dentales hayan irrumpido como setas por todas partes, “sin que se ponga freno a un modelo que prima el negocio por encima de la salud”.   

Al margen de este odontológico episodio, la actualidad nos deparaba otras historias que, a más de uno, le habrá provocado un dolor de muelas, como es el caso de las declaraciones que Juan Carlos I realizaba a una cadena de TV francesa; entrevista en la que se eludían los escándalos de la última etapa de su reinado, pero sí se desvelaba que Franco le pidió que preservara la unidad de España. Lo de los niños cantando el ‘Cara al sol’ en el carnaval de Santoña, también tenía su miga, y ya no digamos lo del cansino pequeño Nicolás que era citado a declarar por usurpación de funciones al hacerse pasar por enviado de la Casa Real y del Gobierno. “¡Esto es la repanocha!”, bramaba mi amigo, si bien se consolaba con lo del Supremo que sentenciaba que el Algarribico tiene que desaparecer del mapa.  

 Y antes de terminar esta misiva, me he permitido la licencia de relatar el casual encuentro que tuve días atrás en el centro de Barcelona y que, una vez más, demuestra que el mundo es un pañuelo. Una simpática y desorientada jovencita se me acercó para preguntarme por dónde caía la Plaça de Catalunya, y antes de despedirnos, me interesé por su lugar de procedencia. Tal como sospechaba, me confirmó que era gallega, entonces yo le pregunté de qué parte y ella me contestó que de Ourense. “Pero, ¿de Ourense mismo?”, la inquirí, “bueno, de Xinzo de Limia”; o sea de mi villa natal. Me dijo que su padre se apellidaba Alonso y que era de la parroquia de Santa María de Perrelos, pero me quedé con las ganas de saber su nombre...Manuel Dobaño (Periodista). También puede leer este artículo en El Prat al Día.

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