Opinión.
De un tiempo a esta
parte, la práctica totalidad de los medios de comunicación del país se vienen
nutriendo, esencialmente, de un par de asuntos de muy diferente calado. Por una
parte, persiste el nudo gordiano que las formaciones políticas implicadas en el
pacto de investidura han liado y que todavía no han sido capaces de ‘desfacer’.
Mi versátil amigo (“El Cínico”) me contaba que “el potaje político que han
intentado cocinar al alimón Sánchez y Rivera, no liga con los ingredientes que
echaron a la olla de su particular acuerdo; por cuya razón, es muy difícil dar
con el punto justo de la receta”. La solución pasaría, según él, “por no incorporar
chorizo alguno al guiso político, porque a más de uno se le indigestaría”.
El otro tema que me hace
sentir una tremenda frustración y vergüenza, una vez más, es el relacionado con
la tragedia de los refugiados. Las duras imágenes, que diariamente ofrecen las
cadenas de televisión, son realmente impactantes. Hombres, mujeres y niños
desesperados, abandonados a su suerte, pasando hambre y frío... ¡Qué pena más
grande y, al mismo tiempo, qué rabia tan infinita siento hacia los responsables
de tanta injusticia! Y toda esta hecatombe humanitaria está sucediendo en una
decadente Europa, que ha aparcado la solidaridad, los derechos humanos y demás tratados
internacionales. Por mucho que lo intentaba, mi amigo no encontraba dar con la fórmula
o receta adecuada para frenar tanto sufrimiento.
Y en medio de la
persistencia de ambas realidades, volvía a irrumpir mi inefable amigo para
erigirse en un incondicional defensor de las cigüeñas de Extremadura, que sistemáticamente
son malheridas o asesinadas. Las cigüeñas, que años atrás admiré en la
población cacereña de Garrovillas de Alconetar, forman parte del patrimonio
natural de las tierras extremeñas y, por
supuesto, de otros enclaves peninsulares y europeos. La solución, evidentemente, no pasa por
poner pinchos y trampas mortales en las
torres de las iglesias para intentar erradicar estas zancudas aves migrantes,
tal como ha hecho el párroco de Navalmoral de la Mata (Cáceres). Por cierto,
una ‘receta’ parecida a la que se utiliza en Europa para contener a los
refugiados. Manuel Dobaño
(Periodista). También puede leer este articulo en El Prat al Día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario