Opinión
Me he vuelto a acordar del ex ministro de Defensa, Federico Trillo, en unos momentos en los que el Informe
Chilcot ha
desenmascarado en Gran Bretaña la gran patraña de la guerra de Irak,
bendecida por el tristemente célebre ‘Trío de las Azores’. Todavía
resuenan en mis oídos las andanadas que el ministro me lanzó, a babor
y estribor, desde su acorazada postura de avalar la gran mentira de que
el sátrapa Sadam Hussein poseía armas de destrucción masiva. La
entrevista que le hice al ministro para la Agencia Efe (29-01-2003),
tuvo lugar en el Centre Cívic
‘Jardins de la Pau’ de El Prat de Llobregat. “Soy ministro de
defensa de la libertad de los españoles”, fue su reacción a tan palmaria
contradicción. ¡Toma castaña!
Durante
la batería de preguntas que le lancé, todas muy en plan ametralladora,
tal como exigía el rango político del entrevistado, Trillo no paró de
justificar la postura pro-norteamericana de José Mª
Aznar, reafirmando su confianza de que “se sigan realizando las
inspecciones pertinentes que permitan la erradicación de las armas de
destrucción masiva, en manos del tirano de Bagdad”. Y para acabar de
inflar el globo que a Bush, Blair y Aznar le acabó explotando
en la cara, Trillo me desveló un secreto militar: “Las armas que guarda
Sadam Hussein son capaces de alcanzar, no solo a los iraquíes, sino a
los países vecinos, incluso del área del Mediterráneo medio y, además,
sepa que su capacidad destructiva pasa por
el gas nervioso, el ántrax y misiles de alcance medio”. ¡Manda huevos!
Antes
de descansar armas, Trillo lanzaba el siguiente torpedo verbal: “Si se
deja a Sadam Hussein seguir creciendo, su arsenal de armas de
destrucción masiva, en poco tiempo, hasta podría poner en peligro,
con armas nucleares, más allá del Mediterráneo medio”. Y en medio de
tantas mentiras de destrucción masiva, el ministro me aseguraba que todo
lo que me estaba contando, “es una realidad que no se puede ignorar,
por ello, pido a los medios de comunicación y
a los poderes públicos que tengan sentido de la responsabilidad y
expliquen lo que realmente está ocurriendo”. Solo le restó despedirse
con un vibrante y castrense ¡Viva Honduras!, tal como hizo aquel aciago
día que visitaba tierras salvadoreñas.
Manuel Dobaño
(Periodista). También puede leer este artículo en El Prat al Día.
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