lunes, 12 de septiembre de 2016

La vida sigue (casi) igual

 Opinión.
Mitigada parte de la tristeza que me producía la reciente muerte de mi hermano Celso, me animo a reemprender la rutina de comentar algunos recovecos de la actualidad que me llamaban particularmente la atención de este asfixiante final de verano. De entrada, observaba que, en general, la cosa pública hispana continuaba tan amuermada como de costumbre (la frustrada boutade del exministro Soria colmaba todas mis expectativas más negativas). O sea, que la vida sigue (casi) igual, parodiando un poco la letra de aquella famosa canción de Julio Iglesias. Y para saludar la inminente llegada del otoño, nada mejor que la Festa Major de la ciudad en la que vivo, que ya está a la vuelta de la esquina. Amenizarán la fiesta, mis paisanos ‘Siniestro Total’ y un montón de artistas más.

Al margen de un desternillante asuntillo que me contaba mi entrañable amigo (“El Cínico”), y que desvelaré más adelante, una vez más, reitero que me importa un bledo la amenaza  de celebrar nuevas elecciones generales el navideño día 25 de diciembre, o bien el 18 del mismo mes, festividad de la Virgen de la Esperanza. Desde hace demasiado tiempo, no hay nada que me aburra más que las batallitas que se llevan entre manos los inútiles líderes políticos que, insisto, no han parado de marear la perdiz, incapaces de conjugar el verbo pactar. ¡¡Sí, estoy completamente de acuerdo!! A todos ellos los enviaría a galeras y a ser sustituidos por otros nuevos, con menos costra de incompetencia en su epidermis ideológica…

Y ésta era la ‘acojonante’ historia que mi amigo acababa de leer en los periódicos. Me cuenta que a un ciudadano noruego se le quedó atrapado un testículo en una silla de agujeros mientras se duchaba con agua caliente. Tras un buen chorro de agua fría en sus partes íntimas, el testículo recobró finalmente su tamaño natural y así pudo sacarlo del agujero. Los linces de Ikea le recomendaron que cambiara la silla por otra, ‘pero sin agujeros’. Recuerdo que cuando hacía la mili corría la leyenda de que en cierto campamento militar trataban las almorranas de la tropa con una simple pincelada de yodo. Pero cuando a un enfermo de anginas el sargento le preguntó sobre cuál era su mayor deseo como soldado, éste le contestó: “¡qué me cambien el pincel, mi sargento!”, en lugar de pregonar el preceptivo, ‘¡morir por la patria!’.

Lo dicho, en Cataluña, EE.UU. y Chile, acaba de pasar de largo la fecha del 11S de 2016, y la vida sigue (casi) igual. Manuel Dobaño (Periodista). También puede leer este artículo en El Prat al Día.   

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