Opinión.
Mientras
el otro día me daba un plácido garbeo en bici por los aledaños de la
ciudad en la que vivo, no conseguía quitarme de la cabeza lo que acababa
de leer en
La Región, el
centenario periódico de mi tierra ourensana: “Localiza a un hidalgo que
atacó hacia 1594 un molino de viento en El Toboso”. Alucinado por
semejante titular, leía la letra menuda en la que se informaba
que “esta historia real la ha localizado en el Archivo Diocesano de
Cuenca el historiador Francisco Javier Escudero, que lleva más de dos
años buceando en documentos el rastro de personajes plasmados en el
Quijote”. Más adelante se especificaba que había otros
episodios, escritos en la obra de Cervantes, que también eran reales.
“La historia del Quijote no es inventada, es real”, remarcaba Escudero
en otro diario.
¡Mi
gozo en un pozo! Ahora resulta que todas aquellas hermosas andanzas del
Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de La Mancha, que me recomendaron leer
de chaval, no eran una ficción, sino que estaban inspiradas
en la cruda realidad, según el investigador del archivo conquense, que
detallaba que el protagonista real que en su día arremetió contra el
molino manchego, “lo hizo a media mañana y con testigos”, y que fue
juzgado y encarcelado por la Inquisición, porque,
además, dañó con su espada una cruz de madera; aunque, finalmente, se
libró de la prisión, “pagando 3000 maravedíes de costas”. No se tiene
constancia de que, antes de arremeter contra su imaginario enemigo, el
aprendiz de ‘desfacedor’ de entuertos soltara
aquello de “¡non fuyades, cobardes y viles criaturas…!”
Ahora
solo nos falta que aparezca alguien por ahí y diga, por ejemplo, que
Shakespeare era un farsante que, además de tener un ‘negro’ que le
sacaba las castañas del fuego, también era un copión de la
realidad de su tiempo. Serenados los ánimos, y ya de vuelta a casa, me
topaba con mi amigo (“El Cínico”) y me contaba la increíble, pero real
proeza de la llamada ‘monja de hierro’, la
norteamericana Madonna Buder, de 86 años, considerada la
triatleta de más edad del mundo y que, con 75 años, había sido la
persona más longeva que conseguía terminar un
Ironman. Se lo comentaba a mi hijo Víctor que, asimismo,
consiguió terminar esta durísima disciplina deportiva en Hawaii y en
otras latitudes geográficas, y no se lo acababa de creer. Y para rematar
este breve relato
sobre la realidad y la ficción, nada mejor que preguntarse, “¿Qué es la
vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una
ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los
sueños, sueños son”. Manuel
Dobaño (Periodista). También puede leer este artículo en El Prat al Día
http://www.elprataldia.com/2016/10/sobre-la-realidad-y-la-ficcion.html
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