Opinión.
(Extracto de la sinopsis de mi próximo libro “El Opinador”).
Existe
un lugar -allá por el fin del mundo, no muy lejos del polo norte del
globo terráqueo-, en el que se puede viajar del hoy al ayer, y
viceversa, en unos pocos minutos, tantos como los que se tardaría en
recorrer algo menos de cuatro
kilómetros de distancia. Tan singular y fascinante enclave geográfico
se localiza en medio del estrecho de Bering, un espacio marítimo que
separa Alaska del extremo oriental de Asia. Se trata de las rocosas y
poco conocidas islas Diómedes (1), una zona que,
probablemente, sirvió de paso a los primeros pobladores del continente
americano.
Tras
documentarme debidamente, me entero de que la Diómedes Mayor es el
punto más al este de Rusia, mientras que la Diómedes Menor es la situada
más al oeste de los EE.UU., y que entre ambas islas vecinas hay una
fecha de diferencia. En
tiempos de la Guerra Fría, se llamó ‘telón de hielo’ a este inhóspito
rincón del planeta. Pero lo más sorprendente del caso es que entre las
citadas islas no solo pasa la frontera que separa Rusia de EE.UU., sino
que también se localiza la línea internacional
de cambio de fecha, por cuya razón, desde la Diómedes Menor siempre
miran al ‘mañana’ y desde la otra isla al ‘ayer’.
La
diferencia horaria oficial entre ambos islotes es de 21 horas, de
manera que cuando en el lado ruso son las doce del mediodía, resulta que
casi cuatro kilómetros al este son las tres de la tarde del día
anterior; si bien en realidad,
y como es lógico, la hora solar en esta parte de la Tierra es
exactamente la misma. Durante el duro y prolongado invierno, las dos
pequeñas islas quedan unidas por el hielo y este trozo de océano se
convierte en el único lugar del mundo en el que se puede
cruzar de ayer a hoy, o de hoy a mañana, andando, es decir, ¡a pié
derecho! El genial escritor y filósofo italiano, Umberto Eco, en su
obra, ‘La isla del día de antes’, expresa magistralmente la metafórica
existencia de las gélidas Diómedes.
A
propósito del polémico cambio horario otoñal, cabe recordar que Galicia
viene reclamando desde hace tiempo la misma franja horaria, por
ejemplo, de Inglaterra, Portugal, Marruecos y Canarias, sencillamente,
porque el sol se pone allí
más tarde que en el resto de la península Ibérica. A pesar de estar
situada en el extremo occidental de Europa, España mantiene el mismo
horario de la Europa central, en contra de lo que determina el meridiano
de Greenwich. Sin embargo, todo hace suponer que
el nuevo Gobierno, constituido el 3 de noviembre de 2016, tiene el
compromiso de corregir el anacronismo.
A
finales del pasado siglo, tuve la oportunidad de visitar el famoso
barrio londinense que luce el nombre del referido meridiano, situado en
la ribera sur del Támesis, en el que se localiza la famosa raya que
marca el llamado tiempo universal
coordinado que se respeta en Europa occidental. Fue, sin embargo, en la
región rusa de los Urales, cerca de Ekaterimburgo, donde tuve la
oportunidad de fotografiarme -cual coloso de Rodas-, con un pie en
Europa y el otro en Asia. Se cuenta que al régimen franquista,
allá por el año 1940, se le ocurrió añadir una hora a los españolitos
para así alinearse con los horarios de la Italia fascista y la Alemania
nazi. He aquí una evidencia más de la casposilla frase de ‘Spain is
different’.Manuel Dobaño (Periodista). También puede leer este artículo en El Prat al Día.
(1) Las islas Diómedes toma el nombre de un mítico héroe aqueo, cantado por Homero en la Ilíada.
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