lunes, 14 de noviembre de 2016

Me niego a parecer un zombi

 Opinión.
Los de la generación de la postguerra civil española lo tuvimos bastante crudo a la hora de enfrentarnos a la acelerada revolución tecnológica y digital que nos deparaba los nuevos tiempos. Por imperativo de la Agencia Efe, en su día me tuve que adaptar, deprisa y corriendo, a eso de Internet para facilitar la tarea de pasar con diligencia mis crónicas desde la comarca barcelonesa del Baix Llobregat. La verdad es que lo pasé fatal cuando me forzaron a prescindir de los artilugios de antaño. Y con el paso de los años, alguien de la familia me liaba también con el Facebook, contradictoriamente, unos días después de haber escrito un artículo en el que criticaba, como ahora, la desenfrenada proliferación de las redes sociales.

El bloc de notas, el bolígrafo, la máquina de escribir, la cámara de fotos, el teléfono fijo  y, en su momento, la grabadora, fueron los fieles servidores que me acompañaron durante mis más de tres décadas de intensa experiencia periodística. Pero, por el momento, me resisto a comprar un Smartphone para hacer selfies a todas horas, enviar whatsapps o twitters a diestro y siniestro y engancharme a Instagram y demás cacharros digitales. Mi amigo (“El Cínico”) se hacía cruces y no comprendía cómo, en plena era de la comunicación global, aún no disfrutaba de herramientas, a su juicio, “tan esenciales”. Para justificar mi rareza, le comentaba que un servidor se negaba “a parecer un zombi, de esos que están a todas horas pegados al móvil”.

A mi amigo le aclaraba que no estoy en contra de las nuevas tecnologías propiamente dichas, sino que soy partidario de un uso racional de las mismas. Y le confesaba que lo que más me preocupa es el ‘efecto adormidera’ que éstas están provocando en una buena parte de la sociedad, ya que tengo la percepción de que todo dios es esclavo de las redes sociales. En la calle, en los restaurantes, en las reuniones familiares y en todas partes el personal es prisionero de estos juguetitos. Y, para acabarlo de adobar, ya están aquí los semáforos para los adictos callejeros a los móviles. “Para hablar con Dios, no necesitas el móvil”, era el cartel que rezaba en la puerta de una ermita extremeña que visité hace años. ¡Santo consejo!  Manuel Dobaño (Periodista). También puede leer este artículo en El Prat al día.

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