Opinión.
Manuel Dobaño. Periodista |
El
pasado 29 de noviembre trascendía la triste noticia del accidente aéreo
de Medellín en el que fallecieron 71 pasajeros y, milagrosamente, hubo
media docena de supervivientes. En el avión viajaba el
Chapecoense, un modesto equipo de fútbol brasileño que aspiraba a ganar
en tierras colombianas su primera final internacional, la ‘Copa
Sudamérica-2016’. Pero se topó de bruces con la tragedia, en lugar de la
gloria deportiva. Entre los fallecidos figuraban
Cléber Santana, que llegó a jugar en el At. Madrid y Real Mallorca; así
como, Felipe Machado, que lo hizo en el Pontevedra CF. Mientras miraba
las estremecedoras imágenes del siniestro por la tele, no podía evitar
acordarme de las catástrofes aéreas que, años
atrás, sufrieron el Torino y el Manchester United.
Según
apuntaban las crónicas del suceso, en este mismo avión había viajado
recientemente la selección argentina de fútbol, con Leo Messi a la
cabeza, el cual no paró de vomitar debido a las prolongadas
turbulencias del vuelo. Asimismo, se publicaba que el piloto había
alertado de la falta de combustible en el avión, que fue lo que, al
parecer, determinó que el avión acabara estrellándose. Y llegados a este
punto, es mi amigo (“El Cínico”) quien me recordaba
el caso de los aterrizajes de emergencia, por falta de combustible,
registrados en el aeropuerto de Barcelona-El Prat. Una noticia que, por
cierto, no me dejaron publicar en la Agencia Efe, porque la información
tenía que ser ‘debidamente contrastada en medios
oficiales’, y nadie quiso abrir la boca sobre el asunto.
Con
las ganas, pues, me quedé de dar aquella exclusiva periodística, que
testigos directos de un par de ‘incidencias’ de este tipo me habían
filtrado oportunamente. En un primer caso, sucedía que el piloto
de una compañía británica -de esas de volar fácil y barato, o sea, de
low cost-, había solicitado un aterrizaje de emergencia en el
aeropuerto barcelonés, precisamente, por falta de carburante. Y, en otra
ocasión, un avión de esta misma compañía aérea se veía obligado a parar
en medio de la pista por la misma razón. Y ya
no les cuento la vez que un piloto ruso tomaba tierra en una calle de
rodadura, paralela a la pista principal. Según me contaron, el vodka
tuvo algo que ver con el ‘despiste’. Como reflexión final, sigo pensando
que, a pesar de los más de 100.000 aeroplanos
que diariamente surcan los cielos, el avión sigue siendo el medio de
transporte más seguro.También puede leer este noticia en El Prat al día.
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