Opinión.
Estaba
yo rumiando días atrás sobre cuál puede ser la palabra clave de este
recién estrenado
2017, cuando, de repente, me empezó a zumbar en los
oídos una palabreja, como llegada de ultratumba: ¡referéndum…,
referéndum…!, repetía. Recurría a mi viejo diccionario de cabecera
(medio olvidado y cubierto de polvo), para documentarme que este término
latino significa “someter las leyes al voto popular directo”. O sea,
que es lo mismito que acostumbran a hacer, por
ejemplo, los suizos, quienes, incluso, se atrevieron a promover un
sufragio para poner controles a los salarios de los ejecutivos. Sin
embargo, en el resto del mundo occidental, este tipo de consultas se
practica con moderación y casi siempre por cuestiones
de poca enjundia.
Manuel Dobaño. Periodista. |
Por lo que respecta a nuestro país, la verdad es que eso de los referéndums tampoco lo
acabamos de ver claro. Particularmente me acuerdo
de los que in illo témpore se celebraban para reafirmar la adhesión
inquebrantable a aquel gallego bajito que mandaba tanto. Luego, ya en
plena democracia, los socialistas
promovieron aquella célebre campaña del ‘OTAN, de entrada no’, aunque,
al final, el referéndum de 1986 se inclinó por el sí. Y ahora, en
Cataluña, la cosa está que arde, ya que se plantea la falsa alternativa
del ‘referéndum, o referéndum’. Siempre que me
preguntan sobre el proceso soberanista catalán, respondo que una cosa
es estar de acuerdo con que se celebre un referéndum pactado, y otra
bien distinta, que se intente imponer por las bravas.
La
pregunta que ahora mismo sostienen algunos expertos sobre cuestión tan
peliaguda, es la siguiente: ¿qué significado tienen los movimientos
independentistas en el contexto de un mundo cada vez más globalizado?
Mi inefable amigo (“El Cínico”) me recordaba que, al margen de los
intentos segregacionistas de Escocia, Canadá y Bélgica, entre otros,
recientemente, el TC alemán ha negado a Baviera la celebración de un
referéndum independentista. También los separatistas
de California, se han atrevido a abrir una embajada en Moscú, me
aseguraba mi amigo. No tengo noticias de que mis paisanos de ‘O Couto
Mixto’ (enclave fronterizo galaico-portugués, en el que nació mi abuelo
paterno), quieran solicitar un referéndum para recuperar
los privilegios que disfrutaron hace siglos. También puede leer este artículo en El Prat al Día.
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