Opinión.
Los de
CaixaBank me escribían vía e-mail para desearme un feliz cumpleaños
“en nombre
de todos los empleados” de la oficina principal de la ciudad
en la que vivo, mientras que los de
El Corte Inglés, y
otras razones comerciales, sociales y deportivas, también hacían lo
propio. Confieso que la celebración de este año ha sido especial para
mí, pues tuve el privilegio de cumplir, nada más y nada menos,
que 75 marzos, que es el aguerrido mes que me trajeron al mundo. Y
remarco lo de privilegio, porque, desde tan diamantina trayectoria
vital, todavía me siento mentalmente instalado en la 3ª Juventud, y no
en la decadente 3ª Edad, ya que leo y escribo todo
lo que puedo y sigo pedaleando por la vida. O sea, ‘mens sana in
corpore sano’, a pesar de la artritis reumatoide.
Manuel Dobaño. Periodista. |
Cuando
recalé por primera vez en la escuela, recuerdo que pronto aprendí de
carretilla los signos del Zodíaco, incluso, antes de memorizar la
clásica lista de los reyes godos, además de archivar en el
coco otras inútiles pamplinas que el sistema educativo de la época nos
obligaba a recitar como papagayos. Fue entonces cuando me enteré de que
había nacido bajo los auspicios del cornúpeta Aries, el signo de la
energía, el valor, la voluntad, la ambición y
el impulso. Era, sin embargo, mi amigo (“El Cínico”) quien me hacía
bajar del burro y me contaba que conoce a más de un Aries que es todo lo
contrario de lo que acostumbra a predecir el horóscopo: que no dan un
palo al agua, que se pasan la vida a verlas venir
y no sé cuántas monsergas más.
Y,
en medio de esa densa nube de contradicciones, caía en la cuenta de que
aún me queda cuerda para rato y que mi mayor ilusión es publicar mi
próximo libro y ver crecer a mis cuatro nietos, que son los
únicos a los que consiento que me digan que ya soy algo viejecito. Solo
consiguen tocar mi fibra más íntima, cuando algún educado jovenzuelo me
trata de usted y, sobre todo, cuando alguien, camino del Camp Nou,
intenta amablemente cederme el asiento en el
metro de la L-9. ¡Qué no soy tan mayor, leches!, pienso para mis
adentros. Queda pues claro que alcanzar la mágica cifra de los 75 años,
es todo un privilegio, que se completará el próximo año, cuando la diosa
Fortuna me dé la oportunidad de celebrar las bodas
de oro de mi matrimonio. Y, antes de que se me pase, gracias de corazón
al mogollón de familiares y amigos que el pasado 25 de marzo me
felicitaron por mi cumpleaños. También puede leer este artículo en El Prat al Día.
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