lunes, 27 de marzo de 2017

El privilegio de alcanzar los 75

 Opinión.
Los de CaixaBank me escribían vía e-mail para desearme un feliz cumpleaños “en nombre
Manuel Dobaño. Periodista.
de todos los empleados” de la oficina principal de la ciudad en la que vivo, mientras que los de El Corte Inglés, y otras razones comerciales, sociales y deportivas, también hacían lo propio. Confieso que la celebración de este año ha sido especial para mí, pues tuve el privilegio de cumplir, nada más y nada menos, que 75 marzos, que es el aguerrido mes que me trajeron al mundo. Y remarco lo de privilegio, porque, desde tan diamantina trayectoria vital, todavía me siento mentalmente instalado en la 3ª Juventud, y no en la decadente 3ª Edad, ya que leo y escribo todo lo que puedo y sigo pedaleando por la vida. O sea, ‘mens sana in corpore sano’, a pesar de la artritis reumatoide. 

Cuando recalé por primera vez en la escuela, recuerdo que pronto aprendí de carretilla los signos del Zodíaco, incluso, antes de memorizar la clásica lista de los reyes godos, además de archivar en el coco otras inútiles pamplinas que el sistema educativo de la época nos obligaba a recitar como papagayos. Fue entonces cuando me enteré de que había nacido bajo los auspicios del cornúpeta Aries, el signo de la energía, el valor, la voluntad, la ambición y el impulso. Era, sin embargo, mi amigo (“El Cínico”) quien me hacía bajar del burro y me contaba que conoce a más de un Aries que es todo lo contrario de lo que acostumbra a predecir el horóscopo: que no dan un palo al agua, que se pasan la vida a verlas venir y no sé cuántas monsergas más.    

Y, en medio de esa densa nube de contradicciones, caía en la cuenta de que aún me queda cuerda para rato y que mi mayor ilusión es publicar mi próximo libro y ver crecer a mis cuatro nietos, que son los únicos a los que consiento que me digan que ya soy algo viejecito. Solo consiguen tocar mi fibra más íntima, cuando algún educado jovenzuelo me trata de usted y, sobre todo, cuando alguien, camino del Camp Nou, intenta amablemente cederme el asiento en el metro de la L-9. ¡Qué no soy tan mayor, leches!, pienso para mis adentros. Queda pues claro que alcanzar la mágica cifra de los 75 años, es todo un privilegio, que se completará el próximo año, cuando la diosa Fortuna me dé la oportunidad de celebrar las bodas de oro de mi matrimonio. Y, antes de que se me pase, gracias de corazón al mogollón de familiares y amigos que el pasado 25 de marzo me felicitaron por mi cumpleaños. También puede leer este artículo en El Prat al Día.

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