Opinión.
Marzo
es un mes particularmente señalado para mí, ya que nacía un día de
marzo, igual que
lo hacía la mujer con la que felizmente comparto mi
vida desde hace casi medio siglo. También coincidía que en
marzo venía al mundo mi primera nieta y mi tercer nieto. O sea, que los
idus de marzo fueron harto generosos conmigo y, como en tiempos de la
antigua Roma, me dispensaban los mejores augurios. Pero, en este ventoso
y guerrero apartado del almanaque, no todo
son flors i violes, tal como se acostumbra a decir en
mi adoptiva tierra catalana, porque este es el mes del año que
probablemente más me toca rascarme el bolsillo para hacer frente a los
inevitables dispendios gastronómicas
y a los obligados regalos familiares.
Manuel Dobaño. Periodista. |
Días
atrás volvía a pasar por la emisora de radio de la ciudad en la que
vivo para debatir la corrupción política que campea por España y las
repercusiones económicas en las comarcas barcelonesas del Mobile
World Congress; un certamen que contabilizaba la cifra récord de
108.000 visitantes. Cerrábamos la tertulia hablando del carnaval y, una
vez más, aprovechaba para presumir que el de mi villa natal (Xinzo de
Limia) dura un mes y está declarado de Interés Turístico
Nacional. El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo se dejaba
caer por allí, a la sazón, disfrazado de pirata. Asimismo, en tiempos de
carnaval, una tal Kellyanne Conway, consejera de Donald Trump, hacía su
numerito sentada con los zapatos de tacones
encima de un sofá durante una recepción oficial en la Casa Blanca.
Los
idus de marzo ya están aquí para reemplazar las tristes brumas
invernales por la alegría de la resurrección de la naturaleza y la
promesa de un feliz verano. Y en este mes de marzo nos volveremos a
reunir los miembros del jurado para deliberar sobre los candidatos que
aspiran a ganar el ‘Premi Ciutat del Prat-2017’. Con la aquiescencia de
la consejera de Trump, la nota negativa del mes la ponía el eurodiputado
de extrema derecha polaco, Janusz Korwin-Mikke,
que bramaba por su bocaza que las mujeres han de
cobrar menos que los hombres, porque “son más débiles, más pequeñas y
menos inteligentes”. “¡Menudo cerebro que debe tener semejante
capullo!”, sentenciaba visiblemente
cabreado mi amigo (“El Cínico”). También puede leer este artículo en El Prat al Día.
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