Opinión.
De
un tiempo a esta parte no paro de recibir variadas propuestas en las
que se me invita a
apoyar con mi firma digital todo tipo de iniciativas
populares encaminadas a denunciar las muchas injusticias
y tropelías que diariamente se producen en el ancho mundo. Guardando
las abismales distancias, es un poco como le ocurría al inmortal
personaje cervantino, Don Quijote de la Mancha, que se autoproclamaba
‘desfacedor de entuertos’. Ahora, obviamente, los tiempos
han cambiado y, para reparar ofensas y agravios, ya no es necesario
tirar de lanza y de hacerse acompañar de fiel escudero, porque, en su
lugar, el personal dispone de las más modernas tecnologías, que permiten
airear a los cuatro vientos las muchas barrabasadas
que son capaces de cometer la especie humana.
Manuel Dobaño. Periodista |
Para ilustrar la cosa, me he permitido seleccionar media docena de asuntos que apoyé
recientemente. El primero de ellos, ya lo comentaba en mi
anterior entrega epistolar, se refería a la deficitaria libertad de
expresión que, según Amnistía Internacional, campea en Turquía, un país
en el que ejercer el periodismo se ha convertido en
una profesión de alto riesgo. Por su parte, los de Greenpeace volvían a
la carga para recordarnos que las abejas están en serio peligro. Y ya
no digamos la monstruosidad de lo que acontecía en Siria, donde gaseaban
a niños hasta la muerte, según denunciaba
Avaaz. También, a través de Changue.org., nos hacían llegar la campaña
de apoyo al bombero de Bilbao que fue expedientado por no colaborar en
el envío de bombas a países en guerra.
Y
dejo para el final una polémica que me llegaba directamente desde mi
villa natal (Xinzo de Limia), donde mis paisanos andan bastante
escamados por culpa de unos árboles centenarios (plátanos de sombra)
que alguien pretende talar en la carretera de Celanova, “una vía
perteneciente, además, al Camino de Santiago y, por tanto, protegida por
la UNESCO”. En la carta de Changue.org, dirigida al presidente de la
Xunta y al alcalde de este municipio ourensano, mi
amigo (“El Cínico”) dejaba este contundente mensaje: “¡No al
arboricidio de Xinzo!”. Me despido con la esperanza de que todavía
permanezcan erguidos los dos árboles que planté en mi vida; uno, de
rapaz, a orillas del río Limia, y el otro, en tierras asiáticas
de la ciudad rusa de Ekaterimburgo, en tiempos de mi compromiso con la
red civil de la UNESCO. También puede leer este artículo en El Prat al Día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario